Hoy les tengo la primera parte de un análisis de Lucina Jiménez, en torno a la creación de la Secretaría de Cultura. En estos casos, los de las políticas públicas (todas), como en la vida, hay que tener mucho cuidado con los términos, y como siempre les propongo hacer una lectura, para:
- Pensar en un contexto macro y complejo glocal*, como el que vivimos, a partir de Enfoques Integrados (DDHH-DESCA), como herramientas para la creación, implementación, evaluación de cualquier proceso en materia de políticas públicas.
- No hacer intercambiables los términos "sustentable" y "sostenible", en este caso bien empleado, pues la sustentabilidad es base de toda política donde se pretenda la Igualdad.
- No hacer intercambiables los términos "sustentable" y "sostenible", en este caso bien empleado, pues la sustentabilidad es base de toda política donde se pretenda la Igualdad.
Ees evidente que en todos los ámbitos de la administarción pública falta la integración de la propia comunidad cultural, la artística, la mano de las y los creadores, pero sobre todo faltan los procesos de empoderamiento ciudadano que permitan que la sociedad en su conjunto sea parte activa de la toma de decisión en las actividades cotidianas de las intituciones del Estado. Falta pues, la información necesaria, la procuración de espacios para la articulación que permitan no sólo la transparencia y la rendicón de cuentas, sino la instauración de una vez y para siempre, de órganos de Contraloría Social para la Gobernanza.
Aquí un primer acercamiento interesante, que al mismo tiempo nos deja una tarea permanente en el tintero:
La incidencia en materia de agenda nacional (glocal-legislativa), tomando en cuenta la premisa de que: LOS DERECHOS CULTURALES, SON DERECHOS HUMANOS, y como tal nos debemos a su exigibilidad.
La incidencia en materia de agenda nacional (glocal-legislativa), tomando en cuenta la premisa de que: LOS DERECHOS CULTURALES, SON DERECHOS HUMANOS, y como tal nos debemos a su exigibilidad.
Saludos y felices días.
10 puntos sobre la Secretaría de Cultura en México.
La Secretaría de Cultura en México es un hecho. La ratificación de Rafael Tovar y de Teresa, como titular de la misma fue anunciada hoy por el Presidente Peña Nieto. El Presidente propuso crear esta nueva dependencia en su último Informe de Gobierno y envió a la Cámara de Diputados un proyecto de creación, mismo que fue aprobado en el pleno de ambas Cámaras del Congreso, con algunas modificaciones exigidas por los sindicatos y por especialistas. Sabemos que la creación de la Secretaría se venía trabajando hace tiempo, incluso en legislaturas anteriores, aunque con proyectos distintos y no siempre con el beneplácito de propios y ajenos. Para nadie es un secreto que pasaron más de 25 años, antes de que el tránsito del CONACULTA a la Secretaría pudiera concretarse.
En ese sentido y aunque no son las únicas instancias que intervinieron, la LXIII Legislatura, con Santiago Taboada a la cabeza de la Comisión de Cultura y Cinematografía de la Cámara de Diputados y con Blanca Alcalá, Presidenta de la Comisión de Cultura del Senado, pasará a la historia como aquella que dio pie a la creación de la Secretaría de Cultura, en decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación, el pasado 17 de Diciembre de 2015.
Con la desaparición del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, creado por decreto del ex presidente Carlos Salinas de Gortari en 1988, queda en el pasado un organismo desconcentrado que entraba en conflicto jurídico con entidades como el Instituto Nacional de Antropología e Historia y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, institutos que ahora, junto con el Instituto Nacional del Derecho de Autor, Radio Educación, el Instituto Nacional de las Lenguas Indígenas, dos estaciones del IMER, el Instituto de Estudios Históricos de las Revoluciones en México, además de otras entidades y dependencias, quedan bajo la coordinación de esta nueva Secretaría del Gobierno Federal. Igualmente, se termina la imposibilidad de negociar directamente con Hacienda el presupuesto para el sector cultural.
Se autonomiza el llamado hasta ahora “subsector cultural” de la Secretaría de Educación Pública, de la cual dependió todo el siglo XX, sin que por ello se haya consolidado el vínculo educación-cultura, toda vez que éste no depende de lazos administrativos, sino de postulados pedagógicos, epistemológicos y filosóficos, entre otras muchas cosas que analizaremos en la segunda entrega de este blog. Solo digo por ahora que viví de cerca ese dilema, estando al frente del Centro Nacional de las Artes, lo he dialogado desde ConArte, con dos president@s de CONACULTA y l@s respectiv@s titulares del INBA.
Me invitaron a dos foros en la Cámara de Diputados, al programa Espiral, de Ricardo Raphael, a varios espacios de radio. Algunos periodistas me han solicitado opinión. Por la importancia del proceso y por responsabilidad ante un mundo al que pertenezco hace más de treinta años, debe ser más amplia de lo que puedo decir en una llamada telefónica, en una nota del FB, o en los 140 caracteres de un tuit. Lamento lector (a), si este texto es demasiado largo. Todo ocurrió mientras estaba fuera del país o de la ciudad, trabajando en la estructuración de políticas culturales en el ámbito local, promoviendo la educación en artes en zonas de alta marginalidad y escuelas, sesorando a otros gobiernos latinoamericanos en temas de la Agenda21 de la Cultura o en nuevos esquemas de gobernanza para la cultura y el desarrollo.
Comienzo esta entrega de mi blog Interculturales, por señalar algunos puntos de partida necesarios. Parecen obvios, pero no lo son. Estamos frente a un alud de opiniones y declaraciones donde todavía se confunde la cultura con las artes y aún más, con las “bellas artes”. El propio decreto de creación de la nueva Secretaría no ha hecho todavía un esfuerzo conceptual para hacerse más contemporáneo. Supongo que este esfuerzo de redefiniciones conceptuales tendrá que hacerse poco a poco y con la elaboración de un nuevo Plan Nacional de Cultura, encomendado a la naciente Secretaría.
Por el momento, el Programa Especial de Cultura y Artes, 2013-2018 y su entramado institucional sigue vigente, el cual seguramente pasará por un periodo de transición, de replanteamiento y adelgazamiento administrativo. Habrá que ver cómo se aplica en términos laborales.
Muchas reflexiones hablan de ¨llevar la cultura¨ a los estados y municipios, de la ¨centralización de la cultura¨ o del “acceso a la cultura”, entre otras muchas afirmaciones que revelan discursos repetidos una y otra vez, en un medio donde no existen programas de formación o profesionalización en políticas culturales y derechos culturales, en relación con el desarrollo humano sustentable, como los tienen Colombia, España, Inglaterra, Holanda, Argentina o Brasil.
Hoy en día, varias universidades públicas y privadas en México han abierto un creciente número de programas de formación en gestión cultural, pero no en políticas culturales y desarrollo sustentable o derechos culturales. Esta importante función de formar cuadros en el campo de las políticas culturales y el desarrollo, no aparece como tarea de la nueva Secretaría de Cultura. A continuación la reflexión sobre los cinco primeros puntos.
1. La cultura no la crean, ni la distribuyen las instituciones. La cultura no se administra, no se descentraliza, no se distribuye, ni se “lleva”, tampoco se “democratiza”. La cultura, en cualquiera de sus acepciones existe y vibra en la vida misma, con o sin, o a pesar de las instituciones públicas, privadas o civiles. No existe ninguna persona o región del país que no tenga cultura, porque la cultura es una creación colectiva, histórica, diversa, contradictoria. No le pide permiso a nadie para existir, porque ese entramado de significados que es la cultura, es lo que distingue al ser humano de cualquier otra especie. No todo aquello que late en la cultura es o debe ser sujeto de política pública, ni es tampoco digno de ser sostenido. En la cultura existen también plagas que es necesario desterrar, tales como el racismo y el clasismo de algunas élites que entienden la cultura todavía desde los discursos etéreos del siglo XIX, o desde una visión criolla o colonialista en pleno siglo XXI.
La cultura no se limita a las artes, abarca el patrimonio, el conocimiento, las tecnologías y técnicas tradicionales, las lenguas, la gastronomía, las prácticas espectaculares y performáticas, incluido el circo, y muchas otras formas de relación social para la convivencia y el aprovechamiento del entorno. En el decreto de creación de la Secretaría, todavía está presente esa concepción que separa las bellas artes del arte popular. Tampoco los únicos interlocutores o interesados en la política cultural debieran ser l@s l@s artistas, aunque su opinión y la de quienes forman parte del sector es fundamental y debe ser tomada en cuenta. La cultura es un hecho social y una Secretaría de Cultura tampoco tiene como fin, establecer qué es legítimo en cultura y qué no lo es, aunque su accionar termine instituyendo ciertas prácticas artísticas o culturales, estéticas o corrientes creativas. El siglo XX tardó mucho en reconocer el valor de la creación contemporánea y miró más al pasado que a la innovación. Hoy en día tenemos que hablar menos de cultura en abstracto y más de vida cultural, de sistema cultural y derechos culturales.
Esta Secretaría tiene como reto principal el trazo de una política pública, de Estado, como lo ha dicho Tovar y de Teresa, en su nombramiento. Pero todavía no entramos a esas definiciones. El proceso apenas comienza. Me parece que una política cultural de nueva generación debe garantizar una vida cultural democrática, inclusiva, sustentable, que responda a la diversidad cultural y lingüística de la nación y logre fortalecer la convivencia, pero también la innovación y una fuerte dimensión internacional. Debe enfrentar los retos contemporáneos de la gestión del patrimonio, del conocimiento y de los recursos culturales hoy desprotegidos en muchos renglones, ha de ser un componente de las políticas de desarrollo, telecomunicaciones, economía, desarrollo urbano y seguridad ciudadana, de política y diplomacia internacional, sin que ello implique una simple instrumentalización o la rentabilización del patrimonio o de los recursos culturales.
La reglamentación del artículo 4º constitucional, tendrá que enriquecerse con una visión más contemporánea de los derechos culturales, que implican el acceso a la vida cultural, y no sólo a los bienes y servicios culturales, que no a la cultura, aunque esto requiere de un análisis más fino. No es lo mismo el acceso a los bienes y servicios culturales, que los derechos culturales establecidos en los documentos internacionales en materia de derechos humanos y en la Declaración de Friburgo.
2. Actualizar el reloj de las políticas culturales. Los nuevos enfoques de política cultural consideran las intervenciones o ausencia de ellas de Gobiernos, empresas privadas, sociedad civil, universidades, entre otros actores sociales que reclaman una nueva gobernanza para vincularla con una mirada intersectorial desde la perspectiva del desarrollo humano sustentable. México necesita reinsertarse en los debates que promueven los organismos internacionales para construir la agenda global al 2030. Para ello, habrá de tomarse en cuenta las herramientas creadas por estos organismos, la Convención sobre la Protección y la Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales del 2005 de la UNESCO, cuyo Informe Mundial se rindió recientemente en París; la Carta Cultural Iberoamericana , la Declaración Universal de los Derechos Humanos, entre otras herramientas. Aún cuando su espíritu no se vincula a los gobiernos nacionales, sino a los estados y municipios, conviene tener presente las dimensiones de la Agenda21 de la Cultura.
La nueva Secretaría de Cultura, deberá crear un ecosistema favorable no sólo para la administración de las instituciones que ahora integra, sino para la democracia cultural, que no es lo mismo que “democratizar la cultura”. La democracia cultural incluye el ejercicio del derecho a participar activamente en la vida cultural, no sólo en calidad de espectadores.
El respeto y la continuidad de procesos valiosos en el marco institucional del antiguo CONACULTA será importante en esta transición, de ahí que sea positivo el nombramiento de Rafael Tovar y de Teresa como Secretario de Cultura, toda vez que conoce el sector desde sus inicios y su estado actual. El proceso de cambio y reorganización exigirá el conocimiento de programas, partidas, compromisos, déficits, agendas, reclamos y no es sano comenzarlo de cero. Esto lo publiqué mucho antes de que sucediera, cuando se empezó a especular sobre nuevos nombres.
Los trabajos que siguen entrañan todavía una activa participación del Congreso de la Unión, de las comunidades culturales y artísticas, ojalá de l@s ciudadan@s. Es posible que en el camino tengan que incorporarse modificaciones para cubrir lagunas que todavía se perciben en el texto. En algunos casos, el decreto asigna funciones que son más bien actividades, en otros omite cuestiones que son necesarias, como la suerte del FONCA. La definición de los nuevos instrumentos jurídicos para reglamentar el 4º Constitucional, la elaboración de una ley de coordinación y/o Ley General de Cultura, requerirá de consultas ordenadas, temáticas y oportunas a la ciudadanía. Para ello, la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados creará una estructura que recoja y sistematice la participación, en la cual estarán representadas prácticamente todas las Secretarías, el Senado, las universidades públicas más destacadas, así como la Comisión de Derechos Humanos. Es necesario ir preparando las propuestas.
La crisis de la institucionalidad en México lleva varias décadas, luego de que las políticas culturales del siglo XX dejaron intactos supuestos del modelo Vasconcelos, que hoy en día son necesarios de repensar, aunque no por ello dejemos de reconocer la proeza de su tiempo y la herencia enorme que nos dejó. La creación de la Secretaría, siendo un paso fundamental, implicará una profunda reingeniería de propósitos y de modos de hacer, pero sobre todo, una nueva manera de entender el papel del Estado en la vida cultural y en la propia política cultural, con estados más activos y municipios que trabajan bajo presión, en ocasiones sin las capacidades necesarias para articular políticas de nueva generación frente a una sociedad diversa, heterogénea y fragmentada que demanda participación social y el reconocimiento de sus propios procesos.
La realidad de las violencias sociales y el debilitamiento en la credibilidad institucional reclama diálogos en varias direcciones y niveles. Se requiere comprender el valor de los recursos culturales, de las prácticas culturales y artísticas, la diversidad cultural, los derechos culturales, la gestión contemporánea y responsable del patrimonio, el sentido estratégico de la producción del conocimiento, lo vital de la creación, la investigación cultural y artística para el trazo de nuevos escenarios de innovación.
3. No hay que inventar el hilo negro. Es momento de romper la separación entre el mundo de la academia y el diseño de la política pública. Hay muchas reflexiones que releer: Democracia cultural, un diálogo a cuatro manos entre Sabina Berman y Lucina Jiménez, Políticas Culturales en Transición, de mi autoría, con prólogo de Gerardo Estrada, publicado por Conaculta y próximo a reeditarse por otra editorial, la columna de Braulio Peralta en Milenio, los análisis de Carlos Lara, el texto que escribí con Enrique Florescano sobre “Las instituciones culturales; logros y desafíos” en Cultura Mexicana, revisión y prospectiva coordinado por Francisco Toledo, Florescano y José Woldenberg(Taurus, 2008), los análisis presupuestales de Villaseñor; los textos publicados como fruto de los foros realizados por la Universidad de Guadalajara, los 10 puntos indispensables para la política cultural que firmaron más de 800 personas y creadores durante las campañas que dieron lugar a esta administración, y que coordinamos con Déborah Holtz y Ricardo Fuentes, por mencionar algunos. Las propuestas de investigadores del patrimonio y de la economía de la cultura. Hay mucho más.
4. La Secretaría de Cultura y la participación social. Como bien dice la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados, necesitamos “una nueva relación con el sector artístico e intelectual”. Yo agrego que también con los gobiernos estatales y los municipios, con la sociedad civil, casi no mencionada en el decreto de creación de la Secretaría. En particular, es urgente hacer una revaloración del papel de los artistas, tarea fundamental para reducir la fragilidad de su condición y reconocerlos como parte de la riqueza con la que cuenta nuestro país. El fortalecimiento de las cadenas de valor en la práctica artística y la vinculación social, son condición fundamental para dar sostenibilidad a la creación artística y la vida cultural. No sólo se necesitan los apoyos que han operado a través del FONCA, sino atender la distribución, la formación de circuitos, las políticas de proximidad. Una tarea que recoge la nueva Secretaría es la formación de nuevos públicos, concepto que hay que vincular al de ciudadanía cultural. A propuesta de quienes participaron en las mesas y foros, el decreto plantea la creación de un Consejo Nacional de Cultura, donde tendrán que estar representados diferentes actores, incluida la sociedad civil organizada, la cual debe ser vista en su diversidad y complejidad y no sólo como las grandes fundaciones privadas.
5. Federalismo, gobiernos locales y regiones. La renovación de mecanismos e instrumentos de retroalimentación con los estados y los municipios, será fundamental para romper con el centralismo y crear prácticas de concurrencia. Las dificultades del ejercicio presupuestal de pronto han fragmentado procesos locales, aun cuando se ha invertido mucho en la revitalización de la infraestructura cultural. Muchos procesos de innovación están ocurriendo en el ámbito local y habrán de ser tomados en cuenta. Hay gobiernos estatales y municipales que están avanzando en temas de cultura y desarrollo, a partir de la Agenda21 de la Cultura, y también en el fortalecimiento de las prácticas artísticas comunitarias. Sus experiencias son fundamentales. Los programas regionales como el de Las Huastecas no deberían perderse.
También habrá que definir cómo puede participar y en qué la empresa privada, las instituciones académicas y la sociedad civil organizada, incluyendo a los pueblos originarios, cuyos derechos lingüísticos, por el momento, están violentados en el Artículo 230 de la Ley de Telecomunicaciones que las reduce sólo a las frecuencias de las radios comunitarias, haciendo de lado el derecho a la libre expresión, ignorando los nuevos mapas de diversidad cultural que ha creado la migración y el derecho de l@s mexican@s a la diversidad lingüística.
Esa decisión está en manos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la cual emitirá su
fallo en enero de 2016, en torno a la posible inconstitucionalidad de dicho artículo, luego del amparo que ganó Mardonio Carballo frente a esa Ley. Será una buena manera de empezar el año, en materia de derechos culturales.
En la siguiente entrega abordaré los temas de Financiamiento, Intersectorialidad, Educación y cultura, Gobernanza y Derechos culturales. Otras entregas se referirán a las políticas artísticas en contextos contemporáneos.
Fuente: Fb. Citlalli Castillo: "10 puntos sobre la Secretaría de Cultura en México.". De Lucina Jiménez. Interculturales. Blog. URL: https://goo.gl/N24Rfk. Activa, al: 23 de Diciembre de 2015.
En la siguiente entrega abordaré los temas de Financiamiento, Intersectorialidad, Educación y cultura, Gobernanza y Derechos culturales. Otras entregas se referirán a las políticas artísticas en contextos contemporáneos.
Fuente: Fb. Citlalli Castillo: "10 puntos sobre la Secretaría de Cultura en México.". De Lucina Jiménez. Interculturales. Blog. URL: https://goo.gl/N24Rfk. Activa, al: 23 de Diciembre de 2015.
*Glocal = Global-Local/Local-Global.
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